Debería haber acabado este libro antes del viernes pasado, día 16, porque es cuando hice el examen de la asignatura para la cual tenía que leerme este libro, pero con tanto estudio y tanto estrés, me fue imposible. Pero ahora estoy de vacaciones —no sabéis lo bien que sienta poder decir esto— y tengo mucho, muchísimo más tiempo libre. Y cero ganas de acabarme el libro. Kafka es difícil, es complicado, es pesado; las situaciones planteadas en la novela me están siendo difíciles de seguir y me parecen ridículas. No recuerdo que me ocurriera esto cuando leí La Metamorfosis, se me hizo mucho más ligera, pero los párrafos de diez páginas —literalmente diez páginas, no os penséis que os engaño, o que exagero— echan para atrás. De momento no me voy a dar por vencida, aunque puede que empiece otro libro para poder compaginarlos y que no sea una tortura continua, pero eso está por ver.
Lo bueno es que tengo una edición preciosa que me consiguieron mis padres en el Mercat de Sant Antoni aquí en Barcelona por dos euros, y es tapa dura con las letras y las filigranas en dorado, perfecta para hacer de attrezzo en una vieja biblioteca familiar. Aesthetics.
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