Autor: Markus Zusak
Editorial: Debolsillo
Precio: 9,95 €
Páginas: 531
Puntuación: 5/5
Érase una vez un pueblo donde las noches eran largas y la muerte contaba su propia historia.En el pueblo vivía una niña que quería leer, un hombre que tocaba el acordeón y un joven judío que escribía cuentos hermosos para escapar del horror de la guerra. Al cabo de un tiempo, la niña se convirtió en una ladrona que robaba libros y regalaba palabras. Con éstas se escribió una historia hermosa y cruel que ahora ya es una novela inolvidable.
Terminada la Selectividad, vuelvo a mi listado de libros leídos que aún están por reseñar. Escojo La ladrona de libros, que ocupa el vigesimoprimer puesto, justo entre Bajo la misma estrella i Choque de reyes.
Lo compré de improviso, pues inicialmente buscaba el nuevo libro de Diane Setterfield, pero antes de que pudiera encontrarlo, ahí estaba La ladrona de libros, esperándome, llamándome. Dejé de lado el libro que buscaba, cogí el que tenía delante y empecé a hojear sus páginas. Leí la contraportada. Lo hojeé de nuevo. No hacía falta que lo meditara demasiado, había sabido desde el principio que lo compraría.
Tardé en leerlo más de lo que deseaba, una semana, y lo terminé de madrugada, llorando como una magdalena y quejándome por whatsapp a quien quisiese escucharme.
Es ya de conocimiento popular que el libro está narrado desde la perspectiva de un personaje muy inusual: la Muerte. Este ser —mitad real, mitad mitológico— nos irá narrando el día a día en la vida de una niña alemana que es apartada del lado de su madre para ser entregada a los Hubermann, su familia de acogida, en pleno auge nazi y el consecuente inicio de la Segunda Guerra Mundial. De vital importancia será para Liesel Meminger Hans Hubermann, su nuevo padre, a la hora de ayudarla a integrarse; al igual que su vecino Rudy Steiner, su eterno admirador.
Sin embargo, por si el terror y la preocupación que sienten los adultos por la guerra, y que se va filtrando poco a poco hasta los niños, no fuese suficiente, se añade un nuevo elemento a las vidas de los Hubermann que los pondrá en un peligro constante: una promesa hecha por Hans hace años, durante la Primera Guerra Mundial, a una familia de judíos.
Markus Zusak destripa de forma edulcorada y entrañable los horrores de la guerra y de los prejuicios a través de los ojos de una niña que pertenece al lado opresor, y de un narrador —o narradora, en este caso— que se encuentra muy por encima de nuestras preocupaciones mundanas. Su pluma es eficaz, la prosa que sale de ella, entretenida y hermosa, los personajes redondos, tan trabajados que se hacen palpables. Destacan la propia protagonista y Rudy Steiner, un personaje que, como a muchos, me enamoró desde el principio. Destaca también su final, un final anunciado con antelación por la propia Muerte; desgarrador, impactante y triste, que me dejó con cientos de lágrimas en los ojos y un puñado más que me recorrían las mejillas.
Después de leer este libro necesité un descanso de unos días, porque no podía parar de pensar en él. Quería cogerlo de nuevo de la estantería y releerlo, quería ir al cine a ver su adaptación inmediatamente, aunque aún no la hubiesen estrenado. Lo necesitaba, necesitaba que volviese a formar parte de mí, como me había ocurrido durante esa semana que le había dedicado. No leo libros ambientados ni en la Segunda Guerra Mundial, ni en la Guerra Civil Española, pues me provocan una angustia que soy incapaz de aguantar, pero leería La ladrona de libros cientos de veces, y no me cansaría para nada. Es un libro que no me canso de recomendar a todo aquel que me pide consejo, y a quien no me lo pide, también.
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